Caracas se ha llenado de Badsura

Publicado en Lienzo de Letras

Altamira, Los Rosales, Chacao y El Hatillo son algunas de las zonas donde un mural de Badsura ha impregnado de más color y ánimo el día a día de un transeúnte. Durante de más de 12 años, Wolfgang ha puesto en ellos su amor, sueños e interpretaciones de un país que se mueve rápido, pero con ganas de un futuro mejor, de un futuro con brillo

Cuando Wolfgang José Salazar González pinta, las miradas lo siguen. Son ojos curiosos que por pocos minutos se mueven al ritmo de sus trazos y a la velocidad de una lata de aerosol que se agita en su mano. Son personas que, según él, le regalan magia al proceso de creación de una composición para una pared que antes estaba vacía, sin significado.

En esos momentos a Wolfgang no le hace falta hablar en voz alta, y a veces, tampoco compañía. Lo indispensable está en su mente o en una hoja con líneas que guarda en un bolsillo y en ocasiones, deja en el suelo y se mueve con el viento. Lo necesario está frente a él, en un personaje que luego de varios cambios de caps, capas de pintura y días, crece y termina por convertirse en un recuerdo visible de su identidad y la de sus connacionales.

Esa memoria hecha mural a veces se representa en la cara sonriente del tío Simón, de Oscar de León, de Daniel Dhers o simplemente, en un rostro ancestral desconocido, de una niña o niño indígena que vive entre los ríos y la selva venezolana. Es un arte insistente, que causa cosquilleo y que, por sobre todas las cosas, destaca valores culturales sepultados por la crisis.

Ver esta publicación en Instagram

Tío Simón Feliz cumpleaños. Así te recuerdo y así te pinte. ¿Que sienten al ver este mural? . Www.badsura.com . Recuerdo que mientras pintaba este mural una señora paso con su hijo y el niño le pregunto: ¿mamá quien es ese señor que están pintando ? La mama le respondió: hijo ese es Simón Díaz , el niño aun sin entender le dijo madre no se quien es, La madre no sabia que mas decir y le comento que en la noche al llegar a la casa le colocaría la canción de la vaca mariposa. . Insisto, si no suena nuestra música en las radios por lo menos en las calles nos encontramos con murales que nos recuerdan de donde venimos. . Autor: @badsura Obra: tributo a la musica Fotografía @jeanneizy (una fotografía increíble que me quito el aliento) gracias . #art #simondiaz #streetart #colors #venezuela #music#tiosimon #arte

Una publicación compartida por badsura (@badsura) el

Entre el tumbao de Caracas y Río Caribe

Wolfgang José, como lo nombró y lo llama su papá, nació en el valle de Caracas un 25 de noviembre de 1990, pero lo acunaron bajo el sol y el olor a mar de Río Caribe, un pueblito en el oriente del país donde crecieron sus padres.

“Nos reuníamos toda la familia por parte de papá y mamá (…) no solo compartíamos, sino que también podíamos interactuar más ampliamente con el entorno, las tradiciones, con la fauna, la flora, las playas, los primos, los amigos (…)”, dice Badsura sin tapujos.

Por eso, entre esas calles llenas de color y al son de los tambores, su piel morena y ojos achinados comenzaron a tomar elementos de sus raíces. Primero, el verde de las montañas, el azul cristalino y a veces zafiro del mar, el amarillo de las frutas y así sucesivamente, hasta hacerse uno con la gama diversa de tonos que viven en las plumas de las aves y en las alas de insectos.

Wolfgang confiesa que nunca le gustó la reproducción gráfica, que le impusieran qué dibujar, pero mal que bien, así fue que aprendió a soltar la mano. Su mamá, una profesora de biología y excelente dibujante, solía hacer ilustraciones para los exámenes de sus alumnos y él, por curioso, empezó a trazar células, bacterias y proteínas para aprender a colorear bonito.

“Él buscaba la manera de que lo enseñara a pintar como ella lo hacía. Se sentaba y le buscaba las hojas para que la mamá le colocará aceite Mennen, para así tener mejor claridad y poder calquear él mismo”, cuenta su papá, quien lleva el mismo nombre.

Pero las hojas transparentes que emulaban al papel cebolla no fueron para siempre. Wolfgang fue creciendo y adquiriendo capacidades al ser más constante. En ocasiones, quiso entrar a escuelas de dibujo profesional, de esas que no ponían a repetir imágenes, pero sus padres no podían costearlas o “no lo veían tan importante”. Sin embargo, el proceso creativo llegó cuando descubrió las libertades que otorga el graffiti.  

De Badsoul a Badsura

Esto fue en el año 2008 tenía 17, casi 18 años. Era complicado salir a la calle debido a que prácticamente iba a clases y venía a casa. Si salía a las 6:00 pm, ya tenía que estar de regreso. Entonces, pensé: “Debo buscar una manera de salir a pintar a la calle sin que sea un problema con la policía”. Si llegaba a pasar algo, mis padres no me dejarían pintar más porque no entendían qué era el graffiti ni para qué servía.

Y era cierto, su padre y su madre no estaban convencidos: “Nos causó mucha preocupación, ya que no era bien visto por la sociedad o comunidad estar grafitiando en las paredes”. Sin embargo, su objetivo era demostrar que un artista de calle no tenía que ser un vándalo sin estudios.

Para ese momento, el nombre artístico de Wolfgang era Badsoul y lo primero que hizo para mantenerse bajo perfil frente a sus compañeros del liceo Humberto Parodi Alister, fue no meterse en problemas. La imagen que ellos tenían de él era la del estudiante promedio cuya única afición consistía en hacer bocetos en sus cuadernos.  

Era tímido con su arte y eso le dio la valentía para ser franco con la comunidad de los sitios que aspiraba hacer su lienzo. Pedía permiso en cada lugar en el que decidía pintar, reunía para comprar su spray y se acercaba a los encargados de numerosas ferreterías para que le donaran pintura dañada, de esas que no se iban a vender.

Si lograba obtener todo lo necesario, estaba listo: “Escogía el boceto más lacra que tuviera, al terminar llegaba a la casa y hacía tres bocetos más. Pienso que debes de pintar como si fuera la última vez, tal vez no exista la próxima”. Y por supuesto, sí hubo más ocasiones y sin la necesidad de usar pintura maloliente.

Mientras la calle acogía la visión y agilidad para pintar de Badsoul, Wolfgang intentó obtener un cupo en la carrera de Arquitectura en la Universidad Central de Venezuela, pero por problemas de salud terminó entre las paredes del extinto Colegio Universitario José Lorenzo Pérez Rodríguez para cursar Publicidad y Mercadeo.

Allí se gestaron varios emprendimientos, pero el más reconocido por los caraqueños fue Badsura: “Un proyecto que requiere de lenguajes, conceptos y teorías que se relacionan con lo que estudié, quizá no tanto desde el punto de vista ilustrativo o gráfico, sino más bien intelectual y conceptual”.

Y así, para Wolfgang, Badsura se convirtió en una propuesta estética que critica y enaltece; una denuncia social por y para el entorno; un juego de palabras que evidencia “ese prejuicio que  tiene la gente cuando estás empezando a pintar una pared y al finalizar les encanta (…) esta es la Badsura que criticabas”.

Inspirarse para inspirar

A Wolfgang lo inspira lo que ve y quienes lo rodean se dan cuenta de eso cada vez que le toca salir a las calles. Sus seres queridos – y musas principales – lo aprecian como una gacela artística que está atento al movimiento, a las idas y venidas para darle un desenlace a sus obras que logre hacer latir el corazón de quien las ve.

Me inspira mucho esa energía que se siente en la calle, la de toda esa gente que sale día a día a echarle bolas ¿sabes? Eso me inspira mucho a crear, a hacer para que la gente piense en otras cosas, se distraiga.

Por eso, si no se siente bien, no pinta. Si no se enamora de la idea, no la realiza. Si la energía no está acorde, todo se vuelve estático. En cambio, si todo confluye, disfruta y atrae cosas positivas. Así conoció a sus amigos, a su novia, a la gente que lo admira y lo respeta.

Droik es el seudónimo de su pupilo, se conocieron pintando. Para él, Badsura es un espejo en el que quisiera verse reflejado: “Me siento orgulloso de él. Me veo en un futuro siendo como él”. El aprendiz de 19 años reconoce que, a modo de mantra, Wolfgang le repite que debe tener disciplina, responsabilidad y que cada cosa que se proponga la puede lograr.

Esas son las mismas características que atesora su “compañera de vida”, la madre de su “chamo” y fotógrafa principal de sus obras, Jeanneizy García: “Tuvo el valor de seguir su sueño sin importarle la estabilidad. Sin importar si le iría bien o mal. Eso es algo que a mí me hubiera gustado tener cuando decidí mi carrera profesional. También admiro lo trabajador y dedicado que es. Nunca se rinde a pesar de las dificultades. Esas mismas cualidades las tiene con respecto a nuestra relación”.

Y lo termina de confirmar su padre al decir: “Wolfgang es una persona muy persistente por lo que se propone, lucha por lograrlo. Me genera orgullo su arte y que ha logrado muchas cosas”.

Pintar para el mundo

La humildad y la entrega, ese poco egoísmo con las nuevas y antiguas generaciones de la comunidad artística callejera, lo ha llevado a obtener el reconocimiento de los expositores nacionales e internacionales. El arte de Badsura adorna las calles de Venezuela, pero también las de Colombia, Brasil, Ecuador, Perú, Alemania, Turquía, Francia, España, Grecia e Italia, donde cumplió su sueño al pintar con Peeta, Cosimo, Dado, Made, artistas que admiraba desde hacía años.

Si se hace un paseo por su página web, se encuentran todos los murales y viajes que ha hecho a través de su capacidad artística. Viajes que afirma son sus favoritos porque crece como artista y como persona, y a los que se va con una maleta llena con la ropa necesaria, una cámara, una mascarilla para pintar, boquillas para sus latas y como si fuera un botiquín de primeros auxilios cuando carece de energía, un reproductor de música.

Wolfgang no tiene una pizca de arrogancia en su voz cuando habla de su admiración por aquellas personas que están creando a pesar de todo: “Así como ellos aportan algo, mi mayor inspiración es poder yo también aportar algo. Cada quien desde su criterio, pero que tenga la misma calidad y el mismo valor para el arte en general”.

Cuando le preguntan si le gustaría ir a una academia de dibujo, no duda en decir que sí, pero respetando sus conceptos y personalidad.

Me gustaría estudiar, pero desde este punto de partida ¿sabes? Ya grande. Poder estudiar para ver cuáles son los cuentos que me va a contar la historia, para darle mayor forma a lo que he venido construyendo. A veces, cuando no tienes tan sólida tu personalidad como artista y obtienes información, puedes llegar a estar más perdido que al principio o tal vez todo lo contrario.

Quizás, por esa perseverancia y amor a su esencia, varios representantes de la cultura del país le han reconocido su trabajo, entre ellos, el maestro Carlos Cruz Diez. Y son ante estas grandes cosas, que a algunos le parecen pequeñas, a las que Wolfgang no se acostumbra, pues para él solo se trata de cumplir su sueño, “llegar lo más lejos posible y que haya generaciones que vean que si Badsura, como un personaje humilde, pudo llegar  tan lejos y vivir de esto, por qué otra persona no podría hacerlo”.

Más allá de la pintura

A Wolfgang le gusta caminar por el Paseo los Próceres como si no fuera aquel joven que intervino la estación del metro de Chacao y de Altamira. Allí le gusta imaginar mientras escucha el crujir de las hojas y la velocidad de los carros; le agrada pensar que ese adolescente abstraído que alguna vez fue estaría orgulloso de él.

A mi yo de 15 años le diría que tuviera más atención y sensibilidad con respecto al entorno. Creo que debemos ser más sensibles con los que nos sucede día a día y con los que les sucede a otros día  a día, pues, es la forma de nosotros también aprender. Creo que eso y otra cosa que le diría es que no solo viera el graffiti, sino también otros mecanismos de expresión (…) el arte contemporáneo, cinético, que fuera a los museos y viera las obras, y si no están, que buscara obras.

También viaja al futuro y sueña que le regala a Noah, su hijo de meses, su fe en las personas y en la naturaleza. Se proyecta con un pequeño que lo hará reír con sus ocurrencias, que lo acompañará a “pintar abajito”, que tendrá la capacidad de ser mejor y que aprovechará aquellas anécdotas que él ha acumulado durante años de latas y botes de pintura vacíos.

Después todo, aquellas decenas de camisas y bermudas manchadas con spray y otros productos, es lo que verdaderamente hace feliz a Badsura. Es lo que nunca dejaría de hacer. Es lo que lo mantiene seguro sin importar policías o la intriga a su alrededor, es lo que hace que su mirada y sonrisa conecte con el ser del personaje que está interpretando entre la multitud. Y más allá de eso, es aquello que lo eleva y hace reír al niño de orígenes orientales que veía de lejos lo que hoy se hizo realidad.

Ver esta publicación en Instagram

¡Nació badsurita! ::) el que me ayudara a pintar abajito . Esta es la mejor de las mejores obras que hecho FT @jeanneizy.g . Les confieso que cada vez que pinto voy tomándole foto a lo que hago, para que cuando llegue a casa admirarlo durante horas, lo más increíble de esta hermosura de obra es que puedo llevármela a todos lados y no quiero dejar de verlo, de abrazarlo, de amarlo. . He vivido millones de cosas estos últimos años que me quitan el aire, pero este bebé me ilumino el alma. Agradezco al mundo por tanta luz en el camino y tanta fuerza. . Gracias amigos de @aquamater Gracias infinitas. . #amor #love #art #arte #bebe #badsura #happy #colors #caracas #venezuela #niño #padre #realismo #lovebaby #baby #montanacolors

Una publicación compartida por badsura (@badsura) el

Dejar un comentario